El árbol de la vida

 

 

Título original: The Tree of Life

Año: 2011

País: Estados Unidos

Duración: 139 min.

Género: Drama

Temática: Laicos

Calificación moral: TP

Director: Terrence Malick

Guión: Terrence Malick

Música: Alexandre Desplat

Fotografía: Emmanuel Lubezki

Reparto: Brad Pitt, Sean Penn, Jessica Chastain, Hunter McCracken, Laramie Eppler, Tye Sheridan, Fiona Shaw

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Años 50. Jack O'Brien es el mayor de tres hermanos de una familia católica estadounidense. Sus padres son muy distintos: mientras su madre es bondadosa, su padre es autoritario y aunque su intención no es otra que hacer a sus hijos más fuertes, reprime sus instintos con rígidas normas.

 

Terrence Malick entrega una película con un estilo más propio del cine europeo, que de los estándares más comerciales del norteamericano. El lenguaje cinematográfico que emplea hace que el film no sea nada fácil para la audiencia. Un dato elocuente al respecto, es que ni siquiera resultó sencillo para los sesudos críticos del Festival de Cannes donde, eso sí, ganó la Palma de Oro, no sin controversia. Para relatar la historia, Malick prescinde de normas y estándares introduciendo, entre el relato de la familia, varios minutos de imágenes sobre la creación del mundo. Estos cambios de tiempo y su espectacular estética recuerdan a 2001: Una odisea en el espacio. También guarda similitudes con La delgada línea roja, -uno de las anteriores cintas de Malick-, puesto que no existe un protagonista principal.

 

El film cuenta con una excelente fotografía y unos grandes efectos visuales, que se hacen especialmente patentes en las secuencias sobre el origen del planeta. Constantemente, la narración está plagada de simbolismo y se alimenta de la belleza de la naturaleza como obra de Dios. Todos los actores principales bordan sus papeles. Sorprende, además, la naturalidad con la que Malick dirige su mirada hacia cuestiones religiosas muy peliagudas. El realizador católico, es evidente que ha ignorado los límites de lo considerado como correcto para obtener aceptación y buenos resultados comerciales, y centra sus esfuerzos en una historia que es, toda ella, un profundo diálogo con Dios. Malick, cineasta personal y perfeccionista donde los haya, siempre ha permanecido alejado de la fama. Ésta es su quinta película hasta la fecha, desde que estrenase su ópera prima hace casi cuatro décadas.

 

Tratamiento de la fe cristiana

Los padres representan las dos opciones que se pueden tomar en la vida: el camino de lo divino o el de la naturaleza. La madre es bondadosa; su vida se basa en el amor a Dios y a los demás. El padre, sin embargo, pretende hacer aflorar en sus hijos otros sentimientos más instintivos, basados en la ley del más fuerte. En su elección, cada uno asume unas dificultades, -la madre por ser buena persona en un mundo tan hostil y el padre por no disfrutar al máximo de los buenos momentos-, y unas ventajas, -la madre la recompensa de lo imperecedero y el padre los bienes inmediatos, aunque caducos-.

 

La película se abre con una frase bíblica del Libro de Job, que es premonitoria de los problemas por los que tendrá que pasar la familia cuando se oculta el sol para ellos. Tanto los padres, como el hijo mayor, tienen dificultades para aceptar que, aun siendo justos, aparentemente Dios se oculte para ellos. El hijo mayor, a tenor de los acontecimientos y de la hostilidad de su padre, se pregunta por qué hay que ser bondadosos cuando Dios mismo permite el sufrimiento. Sin embargo, cuando empieza a vivir, -al igual que su padre-, a espaldas de lo divino no es feliz y ni siquiera comprende la maldad de sus propios actos. Resulta significativo observar el modo en el que se transmite el mal en el mundo, en este caso, desde un padre que busca lo mejor para su hijo.

 

La familia que se nos presenta responde al modelo de los años 50. En él, la mujer ocupa un papel secundario y es sumisa a su marido, aunque no renuncia a influir positivamente en sus hijos. Las situaciones que se presentan son cotidianas, se nota que están planificas y rodadas con un gran realismo. No faltan los problemas propios de la convivencia familiar, especialmente cuando el hijo mayor comienza a adentrarse en la complicada etapa de la adolescencia.